Hola soy Lucy, tengo 60 años y esta es la historia de cómo me jodieron la vida. Des de que tengo uso de razón siempre he estado sola y desamparada, una niña que no podía comprender las rarezas de los que me rodean y por eso me alejaron, me hicieron crear odio, mucho odio en mi interior, un odio tan oscuro y profundo que lo llevo arraigado en mis adentros des de que comencé la escuela.
Los niños y niñas se reían de mí, por como actuaba, por como caminaba, por como bestia, hablaba, por mi manera de ser… en fin, por cualquier excusa en realidad, siempre encontraban algo con que joderme. Esos seres despreciables no tenían ni la más mínima idea por lo que pasaba, esas burlas que son ‘de broma’, que lo hacen ‘jugando’, sin ‘mala intención. Que solo son niños, pueden ser malos de pequeños pero que es cosa de la edad. Pues no, yo también he sido niña y nunca le he faltado a nadie, ni he levantado la voz, ni mucho menos levantarle la mano; pero solo son niños. Ellos pueden hacer todo eso, pero en el momento en que lo haces tú eres cruel, mala, un monstruo… Y sí, eso es lo que te rompe en mil pedazos, lo que te hace perder la razón. Hacen que te preguntes si es que de verdad eres un bicho raro o es que estas enfermo. Tu contra el mundo entero, por eso nunca entenderé la mente humana; es tan simple que parece compleja.
Hasta que al fin llegó el último día que tenía que soportar a tales seres, el día de la graduación.

Ir
No ir

Y tonta de mi fui… quien lo habría pensado, el bicho raro yendo a un evento en el cual estas en contacto con esos ‘humanos’ durante toda una tarde. Pero sería rápido e indoloro, estuve preparándome para ello los últimos 4 años y voy a hacerlo, voy a ir allí y me voy a comer el mundo, ya basta de tanto lamento. Sí, iré con la cabeza bien alta, con mi vestido nuevo (que por cierto, es precioso) y todos se quedaran con la boca bien abierta. Estoy dispuesta a salir ya de casa, pero en vez de coger el camino de siempre cogeré un atajo que me enseñó mi abuela cuando era pequeña. A lo lejos diviso dos extraños individuos…

Continúa Caminando

¿Quiénes eran? Creo que son dos chicas de mi clase, pero no lograba distinguirlas.

Al irme acercando las consigo distinguir y veo que son Ángela y Valentina.

Yo sin mirarles a la cara paso de largo de ellas, pero notaba como el corazón cada vez me latía más fuerte y rápido, eso eran los nervios, tenía el presentimiento de que al darles la espalda harían algo.

Y efectivamente, al pasar justo por delante suyo noto como empiezan a hablar en voz baja de mí y, de golpe, Ángela dice: “Lucy, ¿dónde vas con ese vestido? cuidado no se te ensucie ese regalo de tu abuela”.

En ese momento el corazón estaba a punto de estallar, sabía que algo malo iba a pasar y yo ya no sabía qué hacer.

Quejarte
Salir corriendo

No sé porque, pero algo dentro de mí me dijo que me girase y les contestase, que soltara todo lo que llevo aguantando tanto tiempo. Y eso hice, me giré y empecé a decirles que yo no me merecía eso, que nunca había hecho nada malo, simplemente era “diferente” y tenía creencias diferentes a ellos.

Después de soltar entre lágrimas todos lo que tenía dentro, note una mano en mi hombro, era de Valentina, increíblemente me pidió perdón seguido de un abrazo.

No sé cómo, pero hice que entraran en razón, por primera vez en mi vida vi que la palabra tenía sentido.

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En ese momento lo único que se ocurrió fue salir corriendo, en ese momento me giré para ver si me seguían, pero al ir con tacones se me torció el tobillo y me caí al suelo, estaba muy confusa, lo veía todo borroso y solo escuchaba carcajadas de Valentina y Ángela. Cuando me tranquilicé, me levanté y vi que mi precioso vestido blanco se había ensuciado muchísimo, y se me había roto parte de la falda.

En ese instante, el dolor que sentía dentro de mí era tan inmenso que me estaba volviendo loca, tenía que hacer algo.

Se da por vencida
Los mata a todos

Ya no podía más con todo este sufrimiento, y tal y como tenía el vestido no podía presentarme a la graduación, sería el hazmerreír de todo el pabellón.

Al final me decidí volver a casa, el llegar, mis padres me vieron y me preguntaron que me había pasado y que todo esto ya estaba pasando el límite.

Días después me llevaron al psicólogo, su evaluación fue que mi trastorno no se podía superar asistiendo al psicólogo, que se tenía que solucionar en el psiquiatra, y lo más seguro es que me recetasen un medicamento que me tenía que tomar de forma indefinida hasta que lo superase todo.

Yo soy muy joven como para estar tomándome medicamentos cada día para superar toda la mierda por la que me han hecho pasar mis “compañeros”. Por eso he escrito esta “carta”, para dejar constancia de todo lo que me ha pasado, ahora iré al lavabo, donde tengo las cuchillas y estoy más que dispuesta a quitarme la vida.

Adiós, no quiero seguir viviendo así.

Lucy.

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Notaba que algo dentro de mi cambiaba, parecía ira, ira acumulada en años de sufrimiento y marginación.

Me volví loca, lo noté. Tenía que hacer algo para acabar con todo, e hice lo primero que se me paso por la cabeza.

Decidí fastidiar la fiesta a todos, pensé que si yo no iba a disfrutar de la fiesta, ellos tampoco. Así que decidí coger un extintor y lanzarlo contra el cuadro eléctrico para así dejar al pabellón sin luz. Pero paso algo diferente, cree un cortocircuito con la mala suerte que se originó un incendio. Murieron muchos compañeros míos de clase, ninguno directamente por el fuego, pero si por la inhalación de humo y avalanchas.

Por mi culpabilidad decidí explicar todo lo sucedido. A sorpresa mía, no me encarcelaron me encerraron en un psiquiátrico donde he pasado el resto de los días encerrada.

Hoy he decido escribir esta carta para que quede constancia de mi vida, no quiero que nadie más vuelva a pasar por lo que pasado yo.

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Pero decidí no ir, tenía el presentimiento de que algo malo iba a pasar.

Al llegar mis padres de trabajar, me preguntaron qué hacía en casa, que tenía que estar en la graduación con todos mis compañeros. No tenía otro remedio de explicarles todo lo que me pasaba y que por eso no quería ir a la graduación.

Mis padres al ver que estaba tan mal, decidieron llevarme a un psicólogo. Y así fue, días después me llevaron, su evaluación fue que mi trastorno no se podía superar asistiendo al psicólogo, que se tenía que solucionar en el psiquiatra, y lo más seguro es que me recetasen un medicamento que me tenía que tomar de forma indefinida hasta que lo superase todo.

Yo soy muy joven como para estar tomándome medicamentos cada día para superar toda la mierda por la que me han hecho pasar mis “compañeros”. Por eso he escrito esta “carta”, para dejar constancia de todo lo que me ha pasado, ahora iré al lavabo, donde tengo las cuchillas y estoy más que dispuesta a quitarme la vida.

Adiós, no quiero seguir viviendo así.

Lucy.

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